Will & Lady
Rápido, muy rápido pasaban las nubes por encima de la cabeza de William Miller el día que decidió comenzar a escribir sus primeras palabras. Encendió su IBM, puso canciones calmadas y variadas, miró al cielo y descubrió que el sol que brillaba como luna llena en una noche cerrada, se ocultaba en pocos segundos detrás de las nubes oscuras que anunciaban lluvia. Sacó su cámara, hizo unas fotos, e intentó comenzar a escribir.
Era algo que llevaba dentro, pero que no sabía como sacar, como empezar, es más creo que ni siquiera sabía lo que quería contar, quería expresar un montón de cosas que le venían a la cabeza con rapidez, pero que con la misma velocidad con la que llegaban se marchaban. Gustos, colores, sensaciones e incluso sentimientos pasaban por su cabeza sin detenerse el tiempo suficiente como para describirlos o contar historias sobre ellos.¡No había cosa que más le desesperase!. Entonces se tiró en la cama intentando buscar la calma y antes de que le diese tiempo a cerrar los ojos ya estaba dormido.
Fue entonces, cuando entre sueños que nunca recordaría, recibió un mensaje que leyó a duras penas entre sueño y realidad. Era Lady, Lady Goodman, y quería tomar unas cervezas... Mucho tiempo hacía que no sabía nada de ella, es más apenas sabía nada de ella salvo por algún mensaje a veces intercambiado a veces no. Se paró a pensar que era lo que tanto le intrigaba de Lady, y cómo podía seguir pensando en ella pese a la brevedad de su conversación en aquella noche en que se conocieron. Pero pensando... se volvió a quedar dormido.
Fue al despertar de nuevo cuando respondió, para quedar definitivamente, en un bar cercano a casa. Hizo unos recados, y...-¡mierda!, ya llego tarde-(pensó mientras se ponía la chaqueta y se intentaba ordenar un poco el pelo que el casco le había desorganizado).
Llegó a la puerta y no había nadie, entonces se relajó, vio sus cordones desatados, se agachó, los ató y al levantar la mirada descubrió una esbelta silueta hablando por teléfono. Zapatos oscuros, pantalones de pitillo, y un abrigo negro que contrastaba con la claridad de su melena rubia.
-Hola!, ¿qué tal? (dijo William amablemente)
-Bien, ¿y tú?
-Bien, ...entramos?
Aquel bar era un sitio discreto, con luces tenues, una mesa de billar y canciones de tiempos pasados con un volumen moderado. Algunas mesas y una barra con distintos tiradores de cervezas.
Tras pedir un par de cañas se sentaron, e intrigado William comenzó a escuchar lo que aquella rubia muchacha quería contarle. Sus primeras palabras temblorosas indicaron que no sólo era él el que estaba nervioso, y esto le tranquilizó. Comenzó de nuevo a mirar su dorado cabello y sus claros ojos cuando se dio cuenta de qué no se estaba enterando de nada de lo que decía Lady, así que se quitó la chaqueta, sonrió, e intentó ser lo más amable posible.
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